miércoles, abril 13, 2005

Un Edificio que se Muere: El Antiguo Hotel París.

Pasar junto a él cuando estamos camino al Malecón, a algún banco o alguna oficina es una pena. Se trata del que antes fuera el hotel "París", muy apreciado a comienzos del siglo pasado. En sus últimos años de vida útil fue adecuado para la venta de automóviles. En la actualidad, el edificio está abandonado y cayéndose.

El hotel "París" es un ejemplo de lo deficientes que son las leyes de preservación del municipio guayaquileño. Cuando un inmueble es declarado patrimonio municipal, se ve de repente condenado a morir debido a la falta de mantenimiento. Las leyes impiden su venta, permuta y -lo que me resulta más difícil de entender- restauración. Las construcciones viejas, como ésta, terminan muriendo poco a poco, en una terrible agonía. Contemplar su lenta descomposición da una mezcla de sensaciones; como si vieras el fósil de mamut en el museo y el cadáver de un animal atropellado en la carretera, al mismo tiempo.

Pero entonces, viene otro punto interesante que analizar: ¿Cuántas personas, de las miles que pasan diariamente junto a este edificio, están consientes de su valor histórico o estético? La respuesta es simple: Muy pocos. Si somos más de cinco personas, es mucho. Se devela entonces el gran desafío que tenemos los arquitectos en Guayaquil: Insentivar la ejercitación de la memoria urbana. El problema ya no es que el fuego nos haya quitado todo nuestro pasado construido. Nos hemos acostumbrado a vivir sin ese pasado; y ese es el verdadero problema. Las buenas obras que se han construido desde comienzos del siglo XX corren el riesgo de no perecer quemadas, sino olvidadas.

Sin embargo, luego de dejar que se me enfríe la cabeza un rato, analizo fríamente este edificio mientras le sigo tomando fotos, y me pregunto si realmente vale la pena hacer un esfuerzo de resturación, en este caso en particular, y la respuesta es negativa. En mi opinión, a esta construcción se le arrebató toda su naturaleza original en el momento en que reemplazaron la madera de los muros exteriores por planchas de zinc. En el ámbito de la restauración, el camino al infierno también está pavimentado de buenas intenciones y decisiones tomadas por ignorantes, por supuesto.

Quizás podría persuadirse al propietario de este inmueble para que llegue a algún acuerdo con las personas del Banco Central, con el fin de incluirlo dentro del programa del Parque Histórico. Pero, como he dicho en otras ocasiones, es no es más que embalsamar al muerto.

Si pasan junto a este cadáver de madera y metal, dense un minuto para mirarlo. Traten de disfrutalo en algo (las ventanas son interesates, y aún se mantienen en relativo buen estado). Después de todo, no sabemos que vaya a surgir de ese lote el día de mañana.

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