lunes, julio 11, 2005

El Puente

Por lo general, la idea o la realización de un puente nos suele traer a la cabeza montones de significados, además de la figura de una estructura que une a dos masas de tierra. Ello se debe al valor simbólico que se le ha dado al puente como tipología. El puente es sinónimo de unión, de integración. Cuando nos referimos a negociaciones favorables entre grupos rivales, hablamos de “construir puentes”. El puente significa también “integración”, es decir, la acción de unificar. El puente que actualmente comunica Guayaquil con Samborondón y Durán es conocido como el “Puente de la Unidad Nacional”. Mejor ejemplo que ese, tan cercano a todos nosotros, es difícil de encontrar.

Si esa fascinación producen los puentes en sus usuarios, imagínense el deleite que causan en los ingenieros y en los arquitectos, que los contemplan con mayor detenimiento y comprenden como un mecanismo funcional y bello.

Son muchos los puentes que han trascendido en la historia del mundo: el Ponte Bequio, el extinto y aún recordado puente de Londres, el puente de Brooklyn, el Golden Gate, los estilizados puentes diseñados por Santiago Calatrava, etc. Más larga es - sin embrago - la lista de todos esos puentes que son construidos y olvidados; usados por miles de personas e ignorados por los mismos usuarios. Es una pena ver cómo el puente “Carlos Pérez Perasso”. Cae en la segunda lista.

Contrastando con el personaje ilustre de quien toma su nombre, el puente Carlos Pérez ha tenido fallas en todos sus aspectos, ninguno de ellos son noticia en la actualidad. El retraso de la obra, el incremento en su costo final, los malos estudios de suelo y su irregular asentamiento han sido ya tópico de los noticieros. Hay un aspecto sobre el cual no se ha pronunciado nadie. Un factor que puede resultar problemático en el futuro: su ubicación.

En el caso que el nuevo puente supere todos los inconvenientes que está enfrentado durante su construcción (y que todos deseamos que así sea), el puente despejará la cantidad de carros por carril; pero no agilitará la circulación ni en la Pedro Menéndez ni en la vía a Samborondón. De nada sirve ampliar un puente, si su flujo vehicular debe pasar por las mismas vías saturadas. El nuevo puente ayudará en los primeros años, pero, considerando el desarrollo urbano que tienen Durán y Samborondón, los congestionamientos regresarían a las mencionadas calles, pasados los cinco u ocho años. Los puentes son eficientes cuando se adaptan a la trama urbana. Cuando Ámsterdam o Nueva York han necesitado incrementar sus vías, no han construido puentes nuevos adosados a los antiguos. Los nuevos puentes se construyen en las avenidas paralelas, prolongando la trama urbana y desahogando no sólo el congestionamiento de una vía, sino el de toda una ciudad.

Por estas razones, considero que hubiera sido mucho más eficiente que el nuevo puente hubiese sido una prolongación de la Avenida de las Américas, pasando el Terminal Terrestre. No se extrañen, si dentro de ocho o diez años las autoridades nos hablan sobre aquel proyecto.