domingo, enero 27, 2008

Construir

construir

Muchas veces se ha escrito sobre la construcción en tiempos de crisis; sobre sus balsámicos beneficios en la economía local. Estoy consciente que no soy ni el primero ni el último en abordar el tema. En todo caso, espero que este escrito sea más pragmático y menos épico que el discurso común que suele publicarse de vez en cuando en los panfletos de los constructores.

Los beneficios que trae la construcción a una economía estancada son tan impresionantes como evidentes. La actividad constructora es una buena inyectora de capital a los diferentes estratos de la sociedad. Uno de los primeros síntomas que presenta una economía en auge es el surgimiento no programado de construcciones. Eso se da en cualquier país, en cualquier ciudad; sin importar su nivel de desarrollo. Puede que a ello se deba que la construcción juega un papel muy semejante al del sector industrial. Las economías donde la industrialización fue muy leve, tienden siempre a suplir su ausencia a través de un sector constructivo fuerte y dinámico; el cual llega a desarrollar con el tiempo –y de manera paradójica- al sector industrial al que anteriormente sustituía. Podríamos hasta decir que la construcción juega un papel “proto-industrial” en los países en vías de desarrollo. Pero, ¿serán sólo los países del tercer mundo los que dependen de la construcción para ayudar a prender sus economías? Veamos algunos ejemplos.

La actual crisis hipotecaria estadounidense es en verdad el cierre lamentable de una excelente estrategia para dinamizar su estancada economía interna. A comienzos de la administración Bush, los reguladores de la economía vieron en el sector de la construcción al único grupo económico fuerte, capaz de mantener sus capitales, sin que éstos fugaran de la nación. La industria automotriz y sus semejantes estaban ya en manos japonesas y europeas. China se transformó en un “tenedor” de la deuda americana. La construcción era el único gremio que permanecía en manos predominantemente americanas, y que garantizaba que ese dinero se mantendría dentro del país. Por ello, resultaba conveniente incentivar la construcción con créditos bajos e hipotecas con largos plazos y bajas tasas de interés.

La debacle vino por el lado financiero, cuando el resultado de tanta construcción se convirtió en un manejo especulativo de los bienes raíces. Las personas compraban más de una casa, con la expectativa de vender los bienes excedentes en un precio mucho mayor a su costo original, principalmente, por agregarse exageradas plusvalías en las ofertas. En ese momento, se produce una sobreoferta y una sobrevaloración, que estancó el desarrollo inmobiliario y con ello, el auge constructivo.

Japón experimentó algo semejante en la década de los noventas, pero supo evadir astutamente los inconvenientes que padecieron recientemente los americanos. Durante la recesión económica de aquella época, los japoneses incentivaron también la construcción; pero su interés no se fijó en la vivienda, tal como ocurrió en Norteamérica. Los japoneses canalizaron sus actividades constructivas en bienes de infraestructura y edificios públicos. SI bien esto no fue lo que levantó a la economía japonesa de la recesión, sí fue un gran aporte para fortalecerla.

La pregunta que viene ahora es más que obvia: ¿qué se hace en el Ecuador para incentivar la construcción? La respuesta es triste: nada que realmente beneficie a todos. Los planes de vivienda social están preocupados precisamente en reducir sus gastos, cuando deberían considerar la opción de incrementarlos, sin perjudicar al comprador final. Ello podría resolverse retomando y perfeccionando los planes de vivienda colectiva. Otra oportunidad para desarrollar la construcción es agilitar los proyectos de infraestructura que requieren los municipios y prefecturas.

2 comentarios:

Jaime Izurieta Varea dijo...

John,
Como ávido lector de tu blog, me permito hacerte un comentario esencial para el desarrollo de la idea que has plasmado en este texto: no olvides nunca las condiciones creadas por el manejo y la intervención gubernamental en la economía. Hay áreas en las que, lamentablemente, el mercado no cumple su función, y hay otras en las que hemos de diferenciar cuidadosamente lo que es responsabilidad del Estado e incluso ciertas partes de esa responsabilidad que las puede llevar a cabo siempre mejor el sector privado.
Te escribo desde una ciudad que logró una expansión gigantesca luego de sufrir la destrucción total de su centro, la disolución de su base financiera y económica y por supuesto un éxodo masivo de gente que no se quedó en una ciudad que fue casi completamente destruida por bombardeos de lado y lado durante la guerra.
Rotterdam desarrolló una política de grandes construcciones, aprovechó la reconstrucción para hacer vivienda accesible para grandes sectores de la población y lo hizo de la manera más económica y más rápida. Todo esto se enmarcó en la política de reconstrucción con planes a largo plazo que incluyeron el descomunal "Proyecto Delta" y el Hub de Schiphol, por mencionar lo más significativo.
La calidad de la vivienda no fue un tema, sino la reactivación productiva por parte del Estado. Al no poder reaccionar con la flexibilidad y la rapidez del mercado, se mantuvo una política de construcción basada en un plan espacial que no consideró la individualidad ni estuvo preparado para aguantar los vaivenes del mercado, que llegan con o sin intervención estatal.
La oferta de vivienda en Rotterdam se basa en edificios desproporcionados, sin escala humana, calles muy poco caminables y edificios con infraestructura barata, de bajo nivel y que no consideran elementos básicos como asoleamiento, ventilación o funcionalidad.
El problema recrudece ahora, 50 años después, cuando Rotterdam pretende posicionarse como una ciudad que acoge a la "clase creativa", pero el equipamiento urbano y la calidad de los edificios, pero particularmente la calidad del espacio urbano y la experiencia urbana, no logran atraer al target escogido, y por consiguiente no logra insertar a Rotterdam en la sociedad del conocimento.
Todo este recuento, escueto y del cual habrá que conversar más, para ilustrar la peligrosidad de los proyectos de vivienda colectiva, que hacen básicamente lo que se está intentando hacer contra Guayaquil y en todo el país: desindividualizarnos, descontextualizarnos, homogeneizarnos y hacer un "hombre nuevo" en base a las conclusiones del foro ecuador alternativo.
La construcción depende del mercado, y es uno de los primeros sectores que sufre o se beneficia de las condiciones del mismo. Un mercado abierto, que no ponga barreras institucionales al desarrollo y que no intente desarrollar la construcción artificialmente y no como un acompañante del desarrollo económico del país, dentro del cual se atraiga y se acepte inversión nacional o extranjera en el marco del respeto a la ley y al Estado de Derecho, es la condición sine qua non para el desarrollo de la construcción y, luego de un proceso evolutivo, de una arquitectura nacional con identidad propia.

Unknown dijo...

Mi muy estimado Jota.-

Creo que la construcción es un instrumento de inyección de capitales que está a la mano, tanto del Estado, como de la empresa privada. La ausencia de garantías por la insertidumbres que vivimos ahora justifican la actual reducción de la construcción en el país. Pero una vez superada esta incertidumbre -y esperemos que superada para bien- se deben estructurar sistemas que faciliten tanto la construcción privada como pública; ambas en caminos paralelos y sin perjuicio de ninguna.
Respecto a la masificación de os planes de vivienda, creo que tanto Europa como nosotros hemos aprendido las condiciones óptimas para que dichos proyectos tengas una vida prolongada, con un número de habitantes que se desenvuelva de manera saa y sin tugurizaciones.

Un abrazo, pana.