A través de los tiempos, el arte siempre ha jugado un papel dual dentro de las sociedades, entre catalizador espiritual y conciencia colectiva. En su segundo rol, el arte suele adoptar una actitud denunciante en contra de la opresión de turno que se lanza al acecho de los derechos y libertades de las personas. Los ejemplos de semejantes ocasiones sobran en los libros de historia. Muchos de ellos se dieron en el turbulento siglo XX, que nos vio nacer. La película “Good Night and Good Luck” (2005), del actor y director George Clooney, evoca uno de estos episodios de la historia norteamericana: la paranoia anticomunista, que inspirara el Senador Joseph McCarthy, en contra de tantos actores y demás personajes de la farándula estadounidense. La historia se narra desde la confrontación que se diera entre aquel parlamentario y el periodista Edward R. Murrows, presentador del programa noticioso “See It Now”, de la cadena americana C.B.S.
La película tiene un mensaje para nada disimulado, detrás de aquella evocación histórica. Referirse a las violaciones contra los derechos humanos, erróneamente justificados como acciones “para salvaguardar la seguridad nacional”, es algo que lamentablemente no sólo acontecía en los Estados Unidos de inicios de la Guerra Fría. Clooney - personaje reconocido por su rechazo a la Guerra en Irak, y a las demás políticas posteriores a los atentados del 11 de septiembre, de la actual administración Bush - encuentra una ingeniosa forma de evocar al pasado inmediato de la superpotencia, para empujar a las masas cinéfilas a una reflexión sobre su convulsionado presente.
Se nos introduce en la historia, embebiéndonos en ese “glamour” distorsionado de años treinta, que lánguidamente mantuvieron los años cincuenta. Se encuadra todo en ese blanco y negro que hace más referencia a la forma en que vemos y entendemos aquellos tiempos. Humo. Humo por todas partes. Durante los cincuentas, todas las bocas botaban humo, y el humo era parte de todos los ambientes. No existía la preocupación por el cáncer de pulmón. Las personas aún guardaban en su mente los traumas de la Segunda Guerra Mundial. A la vez, estaban a la expectativa de una fugaz y triste muerte; como consecuencia de un posible ataque nuclear. Fumar mata, pero aligeraba la vida cotidiana de quienes vivieron durante los días posteriores al fin de la Gran Guerra.
En medio de ese humo, el “big band jazz”, los gritos y las risas de hombres vestidos con smoking y mujeres en trajes de gala, el observador se mete dentro de la convención de la “Radio-Television News Directors Association” de 1958, al inicio de un reconocimiento al destacado periodista Edward R. Murrows, personaje y emblema de la resistencia que presentaran los medios de comunicación contra la inquisición ideológica que McCarthy iniciara, para –supuestamente- salvar a su nación de las fauces del comunismo.
No era la primera vez que los Estados Unidos tenían a un poderoso personaje aplastando las libertades y derechos de las personas; y lamentablemente para el mundo, McCarthy no fue el último portador de tan denigrante posta. Obviamente, los términos acusativos cambian con el pasar de los tiempos. Primero se les acusaba de “brujas”; posteriormente, McCarthy perseguía “comunistas”. Ahora, bajo una definición tan ambigua como “terrorista” se aíslan y se encarcelan personas, sin derecho a juicio. George Clooney opta por denunciar la paranoia de los años 2000, escribiendo junto con Grant Heslov, una película sobre la paranoia americana a inicios de la Guerra Fría.
“Good Night and Good Luck”, frase con la que Edward Murrows terminaba siempre sus transmisiones, hace gala de una buena lista de reconocidos actores, empezando por el mismo Clooney, quien interpreta a Fred Friendly, co-productor del programa noticioso conducido por Murrows; el cual es encarnado ante las cámaras por el actor californiano David Strathairn. El reparto continúa con la participación de actores que nos son familiares, como Jeff Daniels, Frank Langella, Ray Wise, Patricia Clarkson y Robert Downey Jr. A los mencionados actores se les une el mismo Senador Joseph McCarthy, gracias a una serie de acrobacias realizadas por los encargados de la edición en este filme.
Es una película se desarrolla fundamentalmente en espacios cerrados, tal como trascurren las vidas de quienes se desempeñan a diario en el mundo de la televisión. Del set a la oficina; de la oficina, a la sala de redacción; de la redacción a las editoras; y luego al switch, y al estudio, nuevamente. Estos pequeños héroes de saco y corbata, que en lugar de volar con capa, toman el subterráneo, terminan su jornada de labores en un bar; celebrando por el trabajo bien hecho, o compadeciéndote por las fallas ocurridas durante la transmisión. Este tipo de ambientación, más el blanco y negro de la cinta y la charla breve entre los personajes, logran que uno sienta el temor del que disimuladamente eran prisioneros estos desafiantes comunicadores.
La narración del filme se inicia con un golpe fuerte: el discurso que diera Murrows al ser honrado en la ya mencionada convención de 1958. Se trata de un inútil esfuerzo por parte Murrows por evitar lo que vivimos hoy. Los rostros perplejos de quienes estaban presentes en aquel banquete, escuchaban a Murrows decir que la televisión y la radio estaban destinadas a “distraer, engañar, entretener y aislarnos”, y que si no se daba un giro de timón en el curso que llevaban las grandes empresas comunicadoras, sería demasiado tarde. En ese mismo discurso resaltó el potencial de la televisión. “Este instrumento [la televisión] puede enseñar, iluminar, incluso, puede llegar a inspirar a la gente. Mas, no se debe olvidar que solamente lo hará, si esa es nuestra intensión. De lo contrario, se trata simplemente de un montón de cables y luz, dentro de una caja”. En lo personal, siento que este discurso –fundamental para las acusativas intensiones que empujaron a George Clooney a realizar esta película- habría quedado más en la memoria de los espectadores, si se lo hubiese dejado al final de la misma. Sin embargo, el director prefiere usar esta disertación como introducción a lo acontecido años atrás, en 1953, para ser precisos; cuando McCarthy tenía en marcha su inquisición en contra de quienes puedan tener tintes políticos más afines a la Unión Soviética que a los mismos Estados Unidos de Norteamérica.
Es una película que la disfrutarán más aquellos que tengan conocimiento sobre el funcionamiento cotidiano de un departamento de noticias, dentro de un canal de noticias. Los simultáneos correteos de todos, a la vez, como si de una colmena humana se tratara, les resultarán familiares a quienes sean parte del gremio de las noticias televisivas.
En cuanto a la trama en sí, no hay sorpresas. La historia se basa en la historia. Sabemos la confrontación, los ganadores y los perdedores. El deleite en esta película no está en el suceso, sino en la forma en que el suceso nos es contado. El equipo de investigación periodística de “See it Now” y sus compañeros de C.B.S dan la impresión de estar en una isla, desconectados del resto del mundo; como si se tratase de los personajes del “Ángel Exterminador”, de Buñuel. Sólo aparecen en sus oficinas y en las demás instalaciones del canal de televisión. Rara vez se los ve cruzar la calle a un bar. Salvo la excepción de los personajes interpretados por Patricia Clarkson y Robert Downey Jr. -quienes interpretan a una pareja de casados que ocultan su estado civil, con tal de evitarse problemas con su empresa contratante- las familias de los demás personajes son invisibles, simples nombres a los cuales referirse, para iniciar una conversación cortés.
Resulta interesante la valoración que se les da a los personajes. Ya hemos hablado del valor de Murrows, como contrapeso de McCarthy. Mas, otro personaje digno de ser mencionado es el reportero Don Hollenbeck, encarnado ante la lente por el actor Ray Wise.
Hollenbeck fue uno de los tantos desprestigiados por las maniobras sucias de McCarthy. Fue catalogado como un “Pinko”, es decir un “rosado”; alguien que, si bien no es “rojo”, simpatiza con ellos y con su causa. Wise nos muestra a un Hollenbeck que ha sobrevivido a la cacería de los perros de McCarthy, pero a qué precio: su mujer lo abandona, cambian su presentación de noticias a la media noche y -poco a poco- se transforma en un personaje aislado, débil e inseguro; un “punching bag” para los columnistas de los diarios derechistas de ese entonces. Este periodista “Pinko” pondrá fin a sus tribulaiones, abriendo todo el gas de su cocina, con las ventanas de su solitario departamento cerradas.
Quedan entonces todas las piezas requeridas sobre el tablero: Mc.Carthy como el injusto, el cazador; Murrows y Friendly como la resistencia, los que cohesionan a su alrededor a los perjudicados por los atropellos del senador; y Hollenbeck, quien representa a todos aquellos que fueron las víctimas del atropello. A esos, que lo perdieron todo, o que vivieron una vida mutilada, como consecuencia de la persecución.
El punto cumbre de la historia se da cuando Friendly y Murrows lanzan su edición especial despellejando al senador McCarthy, para revelar su verdadera naturaleza política e intolerante. Para realizar dicha transmisión, los productores del programa tuvieron que poner de su dinero, para cubrir con los costos de transmisión. Así mismo, tuvieron que no dejarse atemorizar por el hecho que C.B.S no les permitiera poner su logotipo, durante aquel polémico programa. Sin embargo, tal como dijimos antes. Sabemos quiénes fueron los vencedores, sabemos quién fue el vencido.
Más allá de la trama, esta es una película llena de ciertos anacronismos. Al personaje que interpreta Jeff Daniels se le hace decir una burrada, detectable sólo por quienes profundizan o ya saben a cabalidad la trayectoria de Murrows. En el discurso de apertura al homenaje en honor a Murrows, se dice que “ha sido el primero en denunciar los maltratos que sufren los inmigrantes en América”. Falso. No pudo haberse dicho semejante afirmación en el reconocimiento que le hicieran el 25 de octubre de 1958, cuando ese documental fue en realidad el último trabajo que Murrows realizara con la C.B.S, en 1960; es decir, dos años más tarde. Adicionalmente, el ojo agudo puede encontrar ciertas discrepancias en las ambientaciones. En una de las reuniones de los periodistas, se puede ver una botella de agua, hecha de plástico. En esos días, todo líquido que saliera a la venta se embotellaba en vidrio. Los diseñadores industriales se divertirán al descubrir cómo algunos modelos de teléfonos de los años setenta asoman de manera casi profética en esta representación fílmica de los cincuentas.
Como nota anecdótica, podemos comentar que es la primera película en blanco y negro en ser nominada a mejor película, desde “Schilder’s List” (1993). George Clooney cobró en esta película la cuantiosa suma de tres dólares, cero centavos; los cuales fueron desglosados de la siguiente forma: 1 dólar por escribir el guión, 1 dólar por dirigir la película y 1 dólar por actuar. Obviamente, como es de imaginar, los votos de pobreza de Clooney desaparecieron, cuando comenzó a recibir ganancias por la venta de la película; las cuales deben haber sido no abundantes, pero sí beneficiosas. Después de todo, el filme se realizó con una inversión de sólo siete millones de dólares. Una cantidad humilde, para los recursos que suele manejarse en Hollywood.
En definitiva, creo que podemos decir que George Clooney logró su cometido: denunció la repetición de los atropellos en contra de los derechos civiles, cínicamente realizados para preservar la seguridad de un país, supuestamente. Lo hizo de una manera sencilla y nostálgica. Clooney logró que Murrows resucitara en la pantalla plana, que dejara a un lado el cáncer pulmonar que le costó un pulmón extraído y la tumba, a la aún temprana edad de 56 años. Pero, ¿habrá logrado este reaparición evocatoria de Edward Murrows inspirar a la adormecida nación de hoy, para defender sus derechos civiles? ¿Será que, tras ver “Good Night and Good Luck” un nuevo y mejorado Edward Murrows se levantará de entre los espectadores, para llamar a los abusos del políticos por su nombre? Ojalá así sea, pues, para eso fue realizada esta película. Clooney no quiso exaltar nuestros espíritus con una magistral expresión audiovisual de la estética. Esta película y sus creadores buscan abofetear a los aletargados ciudadanos que no hacen nada por evitar los atropellos de hoy, el quemimportismo del opersor y el del oprimido, que pasa la mayor parte de su tiempo libre frente a una pantalla de televisión o de “Youtube”, con tal de ser “distraídos, engañados, entretenidos y aislados” del doloroso placer de la verdad.
1 comentario:
Creo que Clooney prefirió arrancar con la ceremonia del 58 no solo por quien no conociera a Murrow antes de ver su película, sino también para dejar que el filme concluyera con las mismas palabras "Good Night, and Good Luck".
Por cierto, ahora hay un presentador en MSNBC que siempre cierra su programa con las palabras de Murrow. Definitivamente pertenece más al mundo de "info-tainment" que su antecedente intelectual, pero ha sabido subvertir el discurso prevaleciente de similar manera catalizadora.
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