Reflexionemos.
La Arquitectura, en su calidad de Arte, es una manifestación de nuestra identidad; una expresión de lo que somos en un lugar y un tiempo determinados. Si es así, no es ninguna locura el afirmar que nuestra cultura se ve además reflejada en la forma en que usamos nuestras construcciones y edificios.
La arquitectura es el medio que suele usarse para generar espacios “emblemáticos”, por así decirlo. El Estado y sus instituciones suelen apoyarse en la gestión arquitectónica para resaltar en el espacio público su carácter institucional. Lo mismo hacen las grandes corporaciones privadas; el mismo gesto, con la misma intención.
Qué decir entonces, de un pueblo que no da semejante trato a sus instituciones publicas? Salvo, el Palacio de Carondelet, el edifico de la Asamblea Nacional y uno que otro edificio municipal ajeno a la capital, nuestras organizaciones publicas se instalan en espacios que no fueron originalmente creados para ellas, sino para los dinosaurios extintos de la banca derrochadora de los años noventa.
Cómo leer entonces, que la gran mayoría de los ministerios estén ubicados las sedes vacías de bancos quebrados? Como interpretar el que el organismo encargado de proteger a la niñez haga semejantes gestiones, donde antes era un lote para vender carros? (me refiero a la sede del INFA en Guayaquil, donde antes eran las instalaciones de Toyota SICOCAR).
Y el semejante cuestionamiento funciona también si lo miramos en el sentido contrario: Edificios que antes abarcaban la Bolsa de Valores de Guayaquil o el Citybank, ahora son almacenes de ropa.
... será que acaso somos como el cangrejo ermitaño, que busca LO QUE SEA para hacer su refugio?
Muchos podrán alegar un aprovechamiento de recursos; y puede ser que sea una justificación válida. Pero deberíamos apuntar que tal aprovechamiento sea algo temporal, transitorio, y empezar en algún momento a dibujar con hormigón y metal el rostro del país y la cultura que queremos ser.
No pido milagros. Tampoco pido una Brasilia ecuatoriana. Sólo creo conveniente una gradual proyección de edificios propios para los organismos que son, sirven y representan a todos los ecuatorianos.
Y, por favor! Que aquella gradual generación de nuevos edificios públicos no repita la abominable experiencia del edifico de la Asamblea Constituyente de Montecristi! La Arquitectura Nacional no adquiere tal denominación por inspirarse en una cerámica o en un poncho! Un galpón no es arquitectura; peor una asamblea!