Guardadas en un cajón
Hoy en la mañana temprano guardaré con llave en un cajón todas mis esperanzas y me iré a votar. No anularé mi papeleta ni la dejaré en blanco. Votaré por uno de los dos, pero no para que gane, sino para que el otro pierda.Desconfío de Correa porque inició su vida pública encaramándose a un gobierno interino donde no se sabía quién era quién. Ya desde entonces lo apasionaba llegar a la presidencia y utilizó el Ministerio para ese fin.Dijo ser socialista, pero se opuso a que los trabajadores recuperen sus fondos de reserva. Para justificar su ruptura con el Gobierno que le ofreció su confianza, lo acusó sin pruebas de mantener un pacto oscuro con las empresas petroleras. Cuando la realidad lo desmintió, ya era candidato y continuó como si nada.
Se proclamó enemigo de la partidocracia, pero quiso conseguir el apoyo de la Izquierda Democrática. Asegura ser católico, pero invoca a las brujas para que anuncien su victoria. Se burló de la “cacareada” regeneración urbana de Guayaquil, pero se hizo fotografiar junto a Jaime Nebot para conseguir más votos.
Se rió de la demagogia de Álvaro Noboa, pero después de la primera vuelta le copió buena parte de su discurso populista.
Desconfío también de Noboa, que quiere comprarse la presidencia como si fuese un Ferrari último modelo. Me duele ver cómo humilla a ciegos, mancos y cojos que lo acompañan, exhibiéndolos como fenómenos. Siento vergüenza ajena cuando reparte camisetas chinas, sillas de ruedas y computadoras a una pobre gente que las recibe empujada por la desesperación.
Sus intereses en el banano, el café y la harina son incompatibles con la función de Presidente, pero nos asegura lo contrario, y se empecina en que lo creamos.
Se proclama admirador de los Estados Unidos –donde Al Capone fue a la cárcel por no pagar impuestos–, pero quiere eliminar el impuesto a la renta. Se dice católico, pero invoca el nombre de Dios en todos sus actos. Asegura que es liberal, pero amenaza a medios de comunicación y periodistas. Propugna una economía de libre mercado, pero nos describe un Estado que financiará una obra faraónica.
Así que después de votar contra uno de los dos, el que prefiero que no gane, volveré a casa y sacaré del cajón mis esperanzas, para asegurarme de que están allí y existen; pero enseguida las devolveré a su lugar, donde estarán protegidas, bajo llave, hasta saber qué nos traerá el mañana, cuando tengamos nuevo presidente.
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