¿Recuerdan la invitación que posteé la semana pasada, sobre una mesa redonda sobre arquitectura y espacio urbano en el MAAC? ¡Bueh! Lamentablemente, lo puedo resumir en una sola palabra: DECEPCIONANTE.
Políticamente hablando, me he definido siempre como una persona de centro, de la línea liberal. "Libertad, Igualdad, y Fraternidad". Creo en la igualdad de derechos y de oportunidades de los humanos ante la ley y el Estado; pero defiendo el producto del trabajo de las personas. Es decir, creo en la igualdad de oportunidades, no en la igualdad de posesiones.
Adicionalmente, puedo decir que no soy ni correísta ni nebotsista. Aplaudo los aciertos de ambos y procuro comentar en manera constructiva sus respectivas equivocaciones. Eso permite que entre los tres mantengamos una relación de perfecto equilibrio, pues ni el Presidente Correa, ni el Alcalde Nebot son "dunnistas".
Por ende, creo que se puede hacer política sin tergiversar los aciertos del oponente. La política seria se enfoca en las cosas que se pueden mejorar, y no desprestigia los aciertos del contendor.
Pero -en mi caso particular- antes que político, soy arquitecto, en todas sus escalas. Y soy arquitecto antes que político porque he podido descubrir que la verdadera arquitectura (y dentro de ese termino incluyo también al verdadero urbanismo. Entre arquitectura y urbanismo no hay diferencias conceptuales, sino de significado) se busca siempre el bien común de todas las partes involucradas. La política -en cambio- tiende por su propia naturaleza a no buscar el bien común. Por el contrario, sólo busca el bien de un grupo, de un equipo, de "los nuestros". Y eso se da en el mejor de los casos, cuando la política ha alcanzado un nivel óptimo de madurez. Cuando dicha madurez aún no es alcanzada, se opta por ver antes "el mal de los otros", antes que el "bien para los nuestros".
Aclaro esto porque fui invitado a una mesa redonda, titulada "Diálogos sobre la Ciudad y la Arquitectura". Y aquel evento resultó ser más político que urbano.
Alcancé a escuchar apenas el final de la exposición del sociólogo Gaitán Villavicencio. Curiosamente, lo oí oponerse a la idea de dividir el futuro Distrito Metropolitano de Guayaquil en varios Municipios, una posición que me extrañó por parte de él, pero que entiendo como un síntoma de su madurez política. No me esperaba esa coincidencia con el mencionado sociólogo.
De inmediato procedió Milton Rojas -ex profesor mío y moderador de la mesa redonda- a cederle la palabra al Sr. César Cárdenas. El Sr. Cárdenas compartió con los presentes sus puntos de vista sobre muchos aspectos importantes sobre la vida en un evento urbano como el Guayaquil. Y yo discrepo con casi todas sus opiniones. Defiendo el que todos los ciudadanos tengan derecho a una vivienda que les permita vivir de una manera digna; pero no justifico el arrebato de propiedades que tienen propietario para saciar esa necesidad. Ahí es cuando el orden político (nacional o regional) debe intervenir, en el papel de agente regulador y organizador de la distribución y entrega de la vivienda popular. Conviene que dicha intervención compita con las alternativas que presente la empresa privada. La competencia beneficia a ambas.
El Sr. Cárdenas se mostró preocupado por las condiciones de vida que se dan en los barrios marginales de Guayaquil. Comparto dicha preocupación. Ya es hora de mejorar la vida de aquellos sectores. Discrepo -sin embargo- en considerar a Malecón 2000 y la regeneración urbana como los "Grandes Culpables" de que las áreas marginales no tengan servicios, por ser ambos proyectos los "devoradores" del capital que podría usarse para la tan necesitada implementación de servicios. El Malecón 2000 funciona, muy a pesar de quienes ven en él un símbolo político a atacar; y muy a pesar de quienes vemos en él muchas fallas en su diseño. El Malecón 2000 da un servicio muy importante a la ciudad: es un espacio público e unitario. A él acuden todos los guayaquileños, los que viven en el Guasmo, los que viven en Samborondón, los que viven en el centro, en URDESA, etc.
Quienes atacan al Malecón 2000 evocan nostálgicamente al "Paseo de las Colonias" de comienzos del Siglo XX. Soy "centrífugo" (dícese de quién habita en el centro de Guayaquil) desde que nací, y puedo decir lamentablemente que no llegué a conocer el "Paseo de las Colonias" que disfrutaron mis padres; por la simple razón que el Malecón comenzó a tugurizarse a partir del traslado de las actividades navieras a Puerto Nuevo, en los años sesenta. Durante finales de los años sesenta y comienzos de los setentas, la gente evitaba recorrer el Malecón. Era visto como uno de los lugares más peligrosos del centro de la ciudad. Ahora, no discuto la calidad del diseño del Malecón antiguo, que permitía una integración visual completa entre la ría y la ciudad. Uno de los grandes peros del actual malecón es precisamente esa desvinculación visual entre la ría y Guayaquil, debido a la presencia de los estacionamientos. En resumen, con el Malecón 2000, Guayaquil ganó un gran espacio público; quizás el primero de la escala que requería la ciudad. Este espacio funciona de manera eficiente pagando el precio de cortar el vínculo entre la naturaleza y la metrópolis. Entre ambos eventos -natural y urbano- se ha insertado un tercer espacio, que hace de "chaperón" y se sienta entre los dos enamorados.
En cuanto a la regeneración urbana, el problema de la misma no es el que se la haya realizado en el centro. El problema de la regeneración urbana es que no se la realice en las demás áreas de la ciudad. La famosa regeneración urbana no es otra cosa que una reinstalación de se los servicio básicos de manera subterránea, combinada con un tratamiento de acabados en las aceras y accesorios del espacio urbano. Me parece que esa red de servicios debería ser ya la norma a aplicar en toda la ciudad. Realizar instalaciones convencionales en las áreas marginales resulta al final un doble gasto, pues los sistemas de instalación de luz y teléfono por postes están ya catalogados como obsoletos y tarde o temprano serán cambiados. Se delatan las intenciones políticas de quienes atacan la regeneración urbana, cuando este tipo de tratamientos urbanos resulta ser nocivo para Guayaquil, pero plausible en ciudades como Cuenca o Loja. Entonces hablamos de críticas con dedicatoria personal, y no críticas a un sistema de instalación de servicios urbanos.
Da la impresión que la oposición enfoca mal sus críticas a la gestión municipal guayaquileña, pues su enojo no está en las obras realizadas, sino en el mecanismo usado para su realización. La izquierda no está convencida del mecanismo de las fundaciones y del trasfondo ético de las concesiones. Ante ello, opino que la ciudad y sus habitantes se beneficiarían profundamente si se plantearan y discutieran nuevas formas de desarrollo urbano. Se ataca mucho, pero no se plantean alternativas.
Ya regresando al evento, en él se presentó el documental catalán "La Lucha por el Espacio Urbano". En el mencionado filme, se narra la dramática transformación que está sufriendo la zona del "poble neu" de Barcelona. El mencionado sector está perdiendo sus características urbanas tradicionales, para dar paso a la aparición de rascacielos proyectados por los actuales "vedettes" de la arquitectura mundial. EL documental denuncia cómo se derriban los espacios tradicionales de este sector de Barcelona, que tienen una tradición obrera de comienzos del siglo XIX. Los nuevos rascacielos se imponen sobre las antiguas construcciones industriales sin consideración alguna con lo existente. El nuevo plan del Poble Neu es coordinado por una Fundación catalana llamada "22@". El foro pretendió aprovecharse de tal semejanza entre los organismos a cargo de la remodelación en Barcelona con la Fundación "Malecón 2000" de Guayaquil, para atacar las obras realizadas por la misma. Considero aquello como una forma tendenciosa de halar el agua hacia el molino de los expositores del foro, pues el Malecón 2000 y lo ocurrido en el Poble Neu no son hechos semejantes. EN Poble Neu se está arrazando con todo, donde no sólo existia una definición urbana, sino donde habías viviendas, talleres y espacios culturales de un evento urbano aún vivo. Para comprender aquel escenario, imaginen que en Quito se les ocurriera demoler el barrio La Mariscal, para replantear nuevas avenidas y rascacielos. El caso del Malecón 2000 no es así. Primero que nada, en el Malecón 2000 sólo se demolieron unas instalaciones sin valor histórico alguno, que pertenecían a la ESPOL y que estaban siendo usadas como estudio de grabaciones por un canal de televisión. El resto del Malecón era un área verde abandonada, a su suerte. Verde aún por la longevidad de los árboles, que cuentan con raíces profundas (y que no fueron talados en el proceso de replanteo urbano) Los monumentos de valor siguen ahí; a lo mucho han sido desplazados unas cuadras. Los antiguos 17 muelles municipales que habían en el antiguo malecón sólo daban abasto a dos restaurantes, tres navíos medianos, el bote del cuerpo de bomberos y dos lanchas de transporte fluvial. A todo eso, sumen la mencionada tugurización del sector.
Ahora, si analizamos al proyecto del Malecón 2000 en sí, como proyecto, se le pueden hacer muchísimos reparos. Además de haber cortado el vínculo visual entre la ciudad y el río, no aprovechó para nada el potencial paisajístico de la zona. EL centro comercial "Bahía Malecón" pudo haber sido una suerte de "tribuna" abierta hacia el río. Así habría sido un lugar con una vista espectacular, paseos llenos de gente y locales con buen nivel de ventas; además de una construcción de poco consumo energético por la ausencia de aire acondicionado. Pero, en lugar de eso, optaron por hacer algo cerrado, cuyo enclaustro no se compensa con los patios de comida aterrazados.
Otra cosa importantísima, que el Municipio no ha tomado en cuenta es un espacio para muelles. Los antiguos muelles del Malecón ya estaban perdidos, a partir del momento en que los vehículos abastecedores de los navíos no pueden usar el Malecón. Pero se debió considerar la construcción de sistemas de acoderamiento en áreas cercanas a los antiguos muelles. Guayaquil como urbe no puede perder su derecho al acoderamiento sobre la ría. EL barrio del Astillero y el barrio Cuba deben ser los considerados para la implementación de tales actividades.
Como contraparte sí hay que mencionar que sí hay BASTANTE POR HACER en Guayaquil. El bienestar no llegará solito a las áreas marginales. Hay que dirigirlo de alguna forma. Los arquitectos y los urbanistas tenemos en nuestras manos la gran oportunidad de sanar los males urbanos de Guayaquil. Pero no podemos esperar que nos busquen cual boticarios, a preguntarnos las posibles soluciones. Somos nosotros quienes debemos expresar nuestros criterios, gritarlos como podamos; a sea en un diario, en una revista, en un blog, o en todos los medios de comunicación que tengamos a la mano. Hay bastante territorio necesitado de ayuda y tantos con ganas de ayudar. Mientras más alternativas se exploren -conceptualmente y en la realidad urbana- más probable será que demos con el bienestar común.
Finalmente, les relato lo que fue la mesa redonda en sí :pura propaganda política. Debo haber sido el único presente que no compartía la mayor parte de los criterios expuestos (quienes asistieron al evento y vieron la triste realidad política del evento, se fueron). Me atreví a incitar a los presentes a que no se queden en la cómoda posición de criticar, que planteen alternativas. Un señor con boina me contestó que sí las han pensado, pero que no las han compartido con las autoridades respectivas "por miedo a terminar como los hermanos Restrepo". A tal comentario, no me quedó más que recalcar que yo mismo he presentado alternativas de desarrollo urbano para varias partes de la ciudad ( sería bueno que nos demos cuenta que Guayaquil es un evento urbano con más de tres millones de personas; que el Malecón Simón Bolívar no es el único sitio para hacer cosas que beneficien a la ciudad) y que lo máximo que ha pasado, es que le respondan a uno con un "no gracias". No recuerdo haber sido torturado en ninguna de mis entrevistas.