Definitvamente, he guardado muchas cosas en el tintero durante estas semanas. Una de esas es escribir sobre el concierto de Soda Stereo. Me lo debo a mí y a amigos como Francisco Febres-Cordero; pendiente siempre de los "ladrillazos musicales" que de tiempo en tiempo suelo lanzar a través de este blog.
Debo decir que lo primero llamó la atención del concierto fue mi actual perspectiva. El concierto que soñé durante toda mi adolecencia me encontró jugando el rol completo de adulto, profesional establecido y padre de familia. La euforia que antes precedía a un concierto se vió reemplazada por una tranquila emotividad que se ocultaba detrás de la logística que ahora implica el ir a un concierto "trabajar, esperar la revisión en obra con el jefe, recoger a los amigos llegados de Quito, almorzar con mis padres, dejar al bebe con mis suegros, pedir el taxi para evitar el parqueo en el estadio", etc, etc...
Dicho de otra forma, el Dunn que fue a ver a Soda el pasado de octubre no habría sido reconocido por el Dunn que fue al concierto de Cerati en el 2000, en el Ágora de la Casa de la Cultura.
Recuerdo haber visto años atrás, el DVD de un concierto de "Journey", filmado a comienzos de este milenio. Lo que más llamaba la atención de aquel concierto era ver el tipo de público presente en aquel show. Se trataba de adultos que rondaban entre los 30 y 40 años, quienes habían dejado años atrás sus vestimentas ochenteras de Heavy Metal groupies, y asistían ahora a los conciertos de rock en saco blazer, acompañados por sus esposas con carteras colgándoles de los hombros. Del frenesí con el que deben haber cantado las canciones del grupo en su jueventud no quedaba nada. Cuando las cámaras enfocaban al público, daba la impresión que estaban cantando canciones infantiles, en lugar de sus himnos de rebeldía como " Don't Stop Believin' ".
Cuando ví ese video, en compañía de mi amigos Carlos y Cynthia, la risa ante tal patético y ridículo cuadro no se hizo esperar. Ahora, ante el concierto de Soda, sentía un escalofrío por la espalda. Ciertamente no fui al concierto con blazer (ni pensaría hacerlo), ni la Peque fue con una cartera colgándole del hombro; pero el sabor del evento era diferente. No porque el concierto fuera malo. El cambio estaba en la lengua del catador, y no el platillo servido para su degustación. El "I'd rather die before I get old" que nos enseñó "The Who" había perdido ya su vigencia. Y lo que Pete Towsend nunca nos dijo es que crecer, madurar y envejecer son síntomas de la muerte cocinada a fuego lento. Los adolecentes que fuimos se extinguieron. Se quedaron varados cual ballenas en las playas de conciertos pasados. En su lugar, quedamos una manada de adultos inmaduros, que evocamos con nostalgía la rebeldía que consumíamos, pero que jamás concretamos.
Es curioso -sin embargo- que como generación, aún mantenemos diferencias con nuestro padres. No creo que nuestros viejos llegaran al extremo de viajar de una ciudad a otra para ver un concierto de José-José, o de "El Puma" . A diferencia de nuestros predecesores, nosotros guardamos un amor inexplicable para las generaciones anteriores y posteriores por lo que sentimos como nuestro emblema de rebeldía: el rock. Eso es lo que nos mueve al punto de hacernos viajar cientos de kilómetros lejos de casa, con tal de presenciar un concierto. ¿Y por qué lo hacemos? Simplemente porque no todo dentro de nosotros envejece.
Aún así, más allá, del disfraz de madurez de mala gana solemos usar, muchos fuimos y disfrutamos de manera extraordinaria. Que los "Lemon Pie" no me tomen a mal si no entro en detalles sobre su presentación aqui. Yo llegué al estadio después de su percance con el sonido. Quienes ya estaban dentro del "Alberto Spencer" me contaron el lamentable suceso. Mejor suerte para la próxima. Ah! y un consejo: si el concierto es de rock en español, procuren tocar canciones en el mismo idioma.
Los rumores fueron ciertos. Se trajeron lo mejor que consiguieron en sonido y en iluminación. Las luces del estadio se apagaron y el grito de todos alentó al trío argentino a dar comienzo al espectáculo, a pesar de no contar con todos las pantallas encendidas. "Juegos de Seducción" Surgió con las luces con el grito de "¡GUAYAQUIL! ¡CARAJO!" en la voz de un Cerati emocionado.
El sonido estuvo de primera. La iluminación, perfecta. Se les perdona la falla inicial con las pantallas laterales. El repertorio, ¡fenomenal! En opinión de muchos, faltó que tocaran "Signos". Yo añadiría a "Canción Animal", "Entre Caníbales" y "Luna Roja" dentro de las faltantes. Sin embargo, tales ausencias se vieron compensadas con "Entre Remolinos" y "No Existes", además de una espectacular interpretación de "Sueles Dejarme Solo", donde las luces rojas se arremolinaban sobre los tres músicos, al tiempo que Ceratí expulsaba en el escenario a todos los demonios contenidos durante 10 años.
Buen manejo escénico de Cerati. Bossio dejó lo suyo en la tarima también. Pero en opinión de este humilde blogger, el que más ha mejorado su perfomance de los tres es Charly Alberti. Durante el concierto, Alberti fue un baterista incansable. Igual: bravo por los tres.
En definitva, un evento que esperé toda mi adolecencia, finalmente lo pude ver en mi ciudad, pero ya en edad adulta, en compañía de mi esposa y a Claus. A pesar del tiempo que duró la espera, valió la pena. Me habría gustado llevar a mi sobrino Juan Francisco. Ese feeling me vino sobretodo cuando pude ver un padre con su hijo tarareando "Hombre al Agua". Lamentablemente no se pudo. Será para la próxima. ¡Y quién sabe! De repente hasta el pequeño Ale nos acompaña al próximo concierto.
2 comentarios:
Loco:
Solo te falto mecionar el excelente gusto de los treintones que fuimos a lo de soda contra el pesimo gusto de los que todavia escuchan a Journey ja!
www.myspace.com/lemonpieband
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