martes, febrero 24, 2009

INFIERNO EN LA TORRE TVCC.

tvcc

Nuestro pana, el “Niño Ternura” nos envió hace unas semanas unas impactantes tomas en vivo del incendio ocurrido en la torre del Television Cultural Center de Beijing,  edificio proyectado por Rem Koolhaas y complementario al edificio de la CCTV.

Aparentemente,  el fuego se origina a causa de unos fuegos pirotécnicos que se encontraban almacenados en el espacio utilizado como hotel,  durante las pasadas olimpiadas.  Dichos juegos pirotécnicos iban a ser utilizados para la celebración del año nuevo chino.  Sin embargo, El edificio no había sido inaugurado aún. Su apertura oficial estaba prevista para mediados de este año.  Quizás el buey de la astrología china ha venido este año con ínfulas de crítico de arquitectura.  ¡Salud por ello!

TVCC on fire

“TECNOLOGÍA Y DELITO”, O “LA TECNOLOGÍA COMO EXPRESIÓN DEL BARROQUISMO DEL SIGLO XXI”.

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El “Súper Modernismo”,  ese modernismo hipertrofiado de nuestros días, ha perdido la esencia del modernismo primigenio que naciera en los primeros años del siglo XX.

Es en aquel modernismo primigenio que los arquitectos catapultan su obra hacia el espacio, lo intangible;  desvinculando la esencia de la arquitectura de la plástica de la materia. y transformándola por vez primera en la PLÁSTICA DE LO INTANGIBLE.

Aquellas arquitecturas que derivan de los estudios clásicos (renacimiento, manierismo y barroco) usan la transformación de la materia –EL ORNATO-  como expresión de la disposición del orden, así como manifestación de poder.  Se entendía como el más poderoso a aquel que podía pagar por más ornatos.  El mejor ejemplo de lo expuesto está en el Barroco,  concretamente en Versalles.

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El Modernismo del siglo pasado liberó a la arquitectura de la expresión plástica a través de la materia,  concentrándose en el uso y manejo de elementos más metafísicos e intangibles, como el espacio, la luz y la sombra.

Lamentablemente,  perdimos el rumbo a mediados del siglo pasado.  Mentes torpes y burdas, como Phillip Johnson malentendieron los logros del Modernismo, y lo interpretaron como un estilo más… el “Estilo Internacional”.  Ello llevó a la segunda generación de modernistas a sustentar sus proyectos sustentándolos nuevamente en la materia.  Retroceso fatal.  El Modernismo –visto a través de su manifestación material- es torpe y elitista. Sólo los arquitectos lo entienden y se pueden llegar a embelezarse en él.  Para los usuarios era simplemente un misterio muy aburrido.  Por ello surgieron luego tendencias que trataron de regresar al Modernismo a la dependencia de la forma y la materia.  El Postmodernismo fue quizás el más fuerte en su momento.

Afortunadamente, las tendencias evolucionaron de vuelta hacia algo que podemos entender como afín a la Modernidad original;  algo que algunas comienzan a definir como “Súpermodernismo”. Se trata de un modernismo que quiere ir más allá, tomando ventaja de los desarrollos tecnológicos que no habían en tiempos de Le Corbusier y Mies van der Rohe.  Pero, ¿lo logran?

En mi opinión,  hemos perdido la esencia del modernismo en alguna parte del camino.  El modernismo de nuestros días tiene una necesidad ausente en la arquitectura nueva del siglo XX: necesita expresar poder.  Eso hace que las obras arquitectónicas más importantes de nuestra época olviden en parte la definición espacial, y se preocupen más del objeto arquitectónico como ícono y como emblema de poder corporativo o político.  Ante la necesidad de expresar poder, los “Starchitects” deben recurrir nuevamente a lo material;  pero pretenden evitar el ornato y se van por un nuevo camino:  reemplazan el uso del ornato por el uso exuberante de  artilugios tecnológicos.

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  Efectivamente, el despilfarro tecnológico es el ornato de nuestros días.  Si Adolf Loos viviera en nuestros días, no escribiría “Ornamento y Delito”,  sino “Tecnología y Delito”.  Quien más quiere presumir de poderoso es quien más despilfarra tecnología y dinero en sus nuevas edificaciones.  Por ello, se puede comprender que casi todas las obras arquitectónicas nuevas de esta índole estén en países de poder emergente, como  China,  Rusia,  o Dubái.  Sobre éste último hay que hacer una catalogación espacial.  Dubái es al supermodernismo, lo que Versalles es al Barroco:  una apología al poder económico.

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Posiblemente, dentro de trescientos años,  aquella ciudad de los Emiratos Árabes no sea ya visitada por empresarios y negociantes;  sino solamente por turistas que irán a contemplar el gran poder que el petróleo le dio a Dubái;  tal como hoy la gente se pasea con sus cámaras fotográficas en los vacíos jardines y palacios de la dinastía Borbón.

Pero parece que el derroche de tecnología del Supermodernismo está llegando a su fin, todo gracias a la crisis económica mundial que nos rodea.  La austeridad trae consigo dos nuevas tendencias, que pueden compaginarse bien entre sí.  Una es la concepción de la construcción sustentable;  construir de tal modo que lo construido nos traiga un beneficio, económico, ecológico o social.  La otra es el retorno a la comprensión de la actividad arquitectónica como el acto de resolver problemas de la forma más eficaz posible. Lacaton + Vassal son un buen ejemplo de tal tendencia.

…Ojalá estas nuevas tendencias se acuerden del bello manejo de la luz, las sombras y el espacio; el mayor alcance hasta hoy de la arquitectura en todos los tiempos.

… la plástica de lo intangible.